sábado, 29 de diciembre de 2012

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ANSIEDAD, ALCOHOL Y COCAINA MALA COMBINACION

El nombre de este pequeño relato podría asustar al lector, sin embargo, es solamente una historia real más sobre los ataques de pánico, sus causas y su salida de ellos. Debo empezar por el final para que podamos respirar con la confianza de que esta condición es manejable, así que iniciaré contando que quien vivió esta historia no ha tenido ya ataques de pánico en varios años, lleva una vida normal, trabaja, tiene una relación. Lucha de vez en cuando con la ansiedad, como todos, pero tiene una calidad de vida sana y bastante feliz.

No siempre fue así. Años atrás el personaje de esta historia llegó a pensar ¨quisiera morir antes que sentir esto¨. La verdad es que tenemos que recordar ese refrán que dice: ¨Cuidado con lo que pides pues puede hacerse realidad¨. Efectivamente está persona una mañana cuando intentó levantarse de su cama sintió que sus piernas le fallaban, su respiración estaba agitada y la angustia lo invadía. Su corazón parecía que iba a salirse de su pecho y fue a un hospital. En ese momento, cuando sentía que iba a tener un infarto, recordó su deseo de estar muerto antes que estar atravesando en su vida momentos tan tristes y angustiosos. Luego de exhaustivos exámenes se pudo determinar que su corazón tenía un leve mal funcionamiento, pero no había nada físico que lo cause. Todo estaba en su mente. Había tenido su primer ataque de pánico y de ahí no pararon por mucho tiempo.

Con el transcurso de los años, descubrió que los celos y la inseguridad eran un ¨trigger¨ para los ataques de pánico. Bastaba una llamada sin responder de su pareja para que la ansiedad se desate. Por su parte su novio no era la persona más comprensiva, mentía con frecuencia y probablemente era la persona menos correcta para ella. El estaba metido en un mundo de fiesta desbocada, consumo de alcohol y cocaína. Ella solo de imaginar a su pareja en ese estado entraba en un camino de ansiedad incontrolable y si sumamos a eso sus continuas desapariciones hasta el día siguiente con su teléfono apagado, podemos imaginar a donde fue a terminar la mente de nuestro personaje. Con el paso de los años, la inseguridad se incrementó pero seguía aferrado a aquella relación destructiva. El tenía la fiesta, el alcohol y la cocaína. Ella lo ¨tenía¨ a él. Los dos tenían una dependencia mal sana.

Años más tarde su intento de evitar de alguna forma que su novio entrará en ese cículo vicioso que empezaba con unos tragos,  se volvió una obsesión y los ataque de pánico se repetían uno tras otro. Posteriormente no era necesario ya que hubiera un ¨trigger¨ La ansiedad simplemente se convirtió en una constante en su vida. Intentos desesperados de hablar con gente que sufría de ataques de pánico le llevaron a buscar ayuda médica. Se le recetó medicación, lo que de alguna manera ayudó por un tiempo. Finalmente la ayuda terapéutica a través de la terapia cognitiva (una terapia que ayuda a cambiar el proceso de razonamiento cuando aparece la ansiedad) le dio una primera salida de años de sufrimiento.

Lamentablemente y por suerte a la vez esta historia no termina ahí. Sus ataques habían disminuido notablemente por la medicación y la terapia,  sin embargo, su novio no había dejado el alcohol y su animo de fiesta. Su vida se seguía moviendo a través de los tragos pero al menos aseguraba que había dejado de consumir cocaína. Ella trató de incorporarse a su ritmo, a fin de cuentas era preferible estar con él que estar sola. Su afán por dar cada paso tras él, su desesperación por seguir su ritmo, la envolvió en el mundo del alcohol. Posiblemente moderado, pero no existía evento sin tragos. No cabía siquiera la posibilidad de ¨tomemos un café¨, sino al menos,  ¨tomemos un vino¨, el vino llevaba a un vodka y los vodkas llevaron a los ¨pases¨. Sin darse cuenta,  ni como ni cuando llegó a ese momento, ella esta consumiendo la misma droga que tanto detestaba que lo haga su novio. De pronto estaba atrapada, si había tragos, había cocaína. Hasta que una mañana despertó, tal cual le había sucedido años atrás, con un ataque de pánico. Uno tras otro comenzaron a regresar, las cosas en su relación se complicaron más aun. Su novio la confrontó por haber sido juzgado tan duro años atrás por el consumo de drogas. El volvió a consumirlas o aparentemente nunca había dejado de hacerlo. Eventualmente  ella lo descubrió. La culpa  se convirtió en una carga adicional y la ansiedad creció exponencialmente.

Pero volvamos al principio. Dijimos que la historia tuvo un final feliz. Pues sí. Un poco de suerte, de reconocer que uno necesita ayuda y de fuerza de voluntad, cambiaron su situación. Al reconocer lo que estaba sucediendo en su vida, volvió en busca de ayuda profesional, esta vez un especialista en ansiedad y problemas de drogas. Tuvo que empezar por dejar el alcohol por completo, pues iba directamente conectado con el consumo de cocaína. Aceptó el tratamiento farmacológico ordenado por el siquiatra y lo siguió al pie de la letra. El simple hecho de dejar el alcohol y la cocaína surtió un efecto casi inmediato. La ansiedad fue desapareciendo con el tiempo. Probablemente no fueron la causa original del los ataques de pánico pero sin duda hacían crecer sus apariciones y su intensidad. Esto ha sido verificado científicamente en la actualidad.

La fuerza de voluntad y la disciplina le llevaron a buscar un camino distinto. Una mezcla de ejercicio,  cambios en su alimentación y hábitos diferentes, fueron generando confianza y equilibrio en su cuerpo y en su mente. Eso le dio paz y claridad mental para tomar decisiones respecto de su rumbo. Finalmente un poco de suerte hizo que aquella relación enfermiza con su novio terminara para siempre. El siguió su camino y será otra historia. Ella el suyo propio. Hoy como empecé diciendo, ella tiene una vida normal pero no cede ni un paso atrás a su nueva práctica, a su nuevo estilo de vida. Hoy respira cada día, da gracias cada noche. Se volvió una persona alegre y dejo el miedo atrás. La ansiedad regresa cada cierto tiempo a visitarla. Ella la mira y respira como aprendió, desde el abdomen, haciendo pausa antes de exhalar y haciendo pausa antes de inspirar. El respirar bien se convirtió en un hábito. Todavía lleva unas gotas de Bach en su cartera por si un día las necesita. No fue fácil, pero hoy vive en paz. Guarda como experiencia los recuerdos de que la ansiedad, la cocaína y el alcohol, son una mal combinación.